OPINIÓN

MISCELÁNEA DE HISTORIAS / Catón EN EL NORTE

Icono para compartir en redesIcono para compartir en redesIcono para compartir en redesIcono para compartir en redesIcono para compartir en redes

MIRADOR


Me habría gustado conocer a don Arnaldo Márquez.

    Recibió una cuantiosa herencia de su padre, dueño de tierras que llegaban más allá de donde llegaban sus tierras. Don Arnaldo las repartió entre los peones de la hacienda y les dio dinero para que empezaran a trabajar. Luego se fue a Europa, y en diez años se gastó lo que le había quedado.

    Cuando volvió sin un centavo en el bolsillo sus antiguos trabajadores lo acogieron como se acoge a un hijo infortunado. Le devolvieron la casa grande para que viviera en ella y le encargaron la administración de la cooperativa. Don Arnaldo duró poco: venía enfermo de tuberculosis. Cuando murió todos sintieron su muerte como la de un familiar. Decía con tristeza una señora:

    -No sé si estoy llorando a un padre o a un hijo.

    ¡Hasta mañana!...


PRESENTE LO TENGO YO


Chole


    Este cuadro que tengo frente a mí lo pintó Antonio Costilla. Es un pequeño cuadro, de unos 50 centímetros de altura. Representa a una mujer de pura raza tlaxcalteca. Su rostro es redondo y moreno; sus ojos grandes, negros; sus labios gruesos; su pelo como una oscura sombra...

    Yo he visto muchos retratos de Costilla, pintor que trabajó en Saltillo en los finales del siglo XIX y principios del XX. Sus retratos son fríos. En ellos aparecen personajes notables de su tiempo. Pintaba el artista por encargo, y eso se nota en su trabajo, hecho para cumplir una encomienda, para cobrar la paga, y hasta ahí.

    No así este cuadro que está en mi biblioteca. Alguna vez Mario Herrera, crítico supereminente de pintura, escribió acerca de él, y destacó la cálida humanidad que hay en la obra; la riqueza de tonos en la paleta que aquí el artista empleó, tan diferente de los pálidos matices de sus otros lienzos.

    La pintura que digo perteneció a don Francisco Sánchez Urestii. Maestro del Ateneo Fuente, fue él quien descubrió el talento de Rubén Herrera, gran artista fundador de la escuela pictórica de Saltillo. Don Francisco legó el cuadro a su hija, la señorita Carolina Sánchez Ramos, y de ella lo adquirí yo. La sinta Carolina -así le decían sus alumnas de piano, por decirle la señorita Carolina- me contó que quien aparece en la pintura era una criada del gobernador Miguel Cárdenas. La muchacha se llamaba Soledad, y le decían Chole. No era bella en el sentido de los cánones clásicos. Tenía, sí, la recia presencia de su raza. Su mirada, clara y honda, penetra en quien la ve. 

    Yo amo esa pintura, y la tengo en un sitio predilecto. Me recuerda a su dueña anterior, la señorita Carolina, que era una amable dama. Terciaria franciscana, como mi abuela y mi señora suegra -de Dios gocen las tres-, vivió dedicada a cuidar con exquisito afán a su hermano, aquel toroso maestro ateneísta a quien todos llamábamos "El Mascafierros". Este fuerte señor tenía para su hermana cariños especiales. No la llamaba por su nombre, Carolina, ni le decía Carola, como todos. Para él era "Eufrosina", que en griego significa "hermana buena". 

    Amo también el cuadro de Costilla porque me habla de una raza ya desaparecida. En mis años de niño yo oía hablar aún de "los tecos", es decir, de los tlaxcaltecos, que así nombraban algunos a los descendientes de los venidos de Tlaxcala. 

    -¿Por qué no tiene canas ni arrugas don Fulano, que es tan viejo?

    -Porque es teco.

    -¿Dónde queda la calle Zapateros?

    -Allá, en el barrio de los tecos.

    No usamos ya ese vocablo, y qué bueno, pues no dejaba de tener cierta connotación peyorativa y de velada discriminación. 

    Mujer muy humilde fue de seguro Chole, pero sirvió para que un pintor de frío pincel sintiera el calor de lo que no se hace por tarea, sino por propia vocación. En el cuadro -ahora lo estoy mirando- viven al mismo tiempo la criada y el artista. Los dos se deben el uno al otro: el pintor permanece merced a su modelo; Chole goza de esta pequeña inmortalidad por obra del pintor. Tal es el milagro del arte, que da más vida que la vida.



EL ÚLTIMO DE CATÓN


El explorador llegó a una aldea perdida en lo profundo de la selva africana, "ahí donde la mano del hombre jamás ha puesto el pie". En las puertas del villorrio fue recibido por un negro descomunal que empezó a auscultarlo. El explorador pensó que el sujeto le buscaba entre la ropa artículos prohibidos. "-¿Es usted inspector de aduanas?" -le pregunta algo molesto. "-No, -responde el africano-. Soy inspector de alimentos".


MANGANITAS

Por AFA


"... Hay demasiados diputados en México".


    Actualmente en la nación

    -según datos comprobados-

    la mitad son diputados

    y la mitad no lo son.