OPINIÓN

MISCELÁNEA DE HISTORIAS / Catón EN EL NORTE

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MIRADOR


 HISTORIAS DE LA CREACIÓN DEL MUNDO.

    

    Todos los hombres eran malos, con excepción de Noé.

El Señor, al que en ese tiempo no le gustaba perdonar a los malos -eso de perdonar a los malos lo enseñaría después Jesús, el Cristo-, determinó enviar un diluvio que aniquilara a los malos de la tierra. Solamente se salvarían Noé y su familia. 

Vino, en efecto, el Diluvio, y todos los malos desaparecieron. Noé, siguiendo la inspiración divina, construyó una arca que flotó sobre la inmensidad de las aguas.

-¡Bendito sea el Señor! -clamó la esposa de Noé-. ¡Por su misericordia somos salvos!

-Es cierto -completó Noé-. Pero no se les olvide quién hizo el arca.

¡Hasta mañana!


PRESENTE LO TENGO YO


Cosas de casas y otros casos


Buenos ingenieros hubo en Saltillo en el antepasado siglo, como don Teodoro Abbott, don Eduardo Laroche, y aquel señor Octavio López a quien Valle Arizpe puso de oro y azul -y de otros colores menos elegantes- en el prólogo que escribió para el libro en que se recogieron los discursos de García de Letona. Fue don Artemio alumno del ingeniero López en el Ateneo, en la clase de Matemáticas, y como estuvo a punto de salir reprobado en tan ardua asignatura se vengó luego de su maestro escribiendo horrorosas barbaridades sobre él.

No debe haber sido tan malo don Octavio, pues tuvo hijas muy buenas y muy dulces: Mariquita y Lucita López, tan devotas de San Juan Nepomuceno. Al ir esas hermosas ancianitas todos los días a misa por la mañana, y al rezo del rosario por las tardes, daban a nuestra calle de General Cepeda un manso aspecto conventual.

    El arquitecto Henri Guindon gozó de mucha fama. Por encargo de don José García Rodríguez hizo un proyecto para dotar de edificio al Ateneo Fuente, plantel que ocupó durante muchos años el convento de San Francisco. No se llevó a cabo la obra proyectada por el señor Guindon, y hasta 1933 permaneció el Ateneo en el claustro de los franciscanos. En septiembre de ese año que digo se inauguró el nuevo edificio del colegio. Lo construyó don Nazario Ortiz Garza, si bien con alguna ayuda: la gente le preguntaba al Chato Cortina, contratista de las obras  del Ateneo, quién había hecho el edificio.

    -Lo hicimos -respondía él muy circunspecto- entre don Nazario, mi mamá y yo.

    -¿Su señora madre también practica el difícil arte de la ingeniería? -le preguntaba alguno.

    -No -respondía "El Chato"-. Pero tantas veces me la mentó don Nazario que algo le toca del mérito de la obra.

    El citado arquitecto Henri Guindon es el autor de la casa de don Guillermo Purcell, y a él atribuye el ingeniero Pablo Cuéllar, que mucho sabía de cosas ingenieriles, la introducción en Saltillo de un nuevo tipo de vivienda, que se apartaba de la vieja usanza española y morisca de construir las casas disponiendo las habitaciones en torno de un patio. Guindon, en cambio, hizo un buen número de "chalets", casas con sus habitaciones agrupadas, y en torno de ellas un  jardín que dejaba ver la finca desde la calle, rompiendo así la tradicional clausura de las antiguas casas saltilleras, que tenían recios portones de madera ferrada y ventanas cerradas por postigos o celosías y protegidas por barrotes de hierro con emplomados.

    Queda memoria de esos constructores de nuestra ciudad, los ingenieros y arquitectos de sonorosos nombres. Nadie recuerda, en cambio, a los modestos artesanos que son sus manos hicieron casas y edificios: los albañiles, los carpinteros, los plomeros -llamados más bellamente fontaneros, pues más hermosa es una fontana que un pedazo de plomo-, los electricistas... Nadie se acuerda nunca de esos que son los verdaderos constructores. Por eso en la casa de ustedes, donde vivo ahora, hice poner un azulejo con los nombres de quienes la hicieron. Ellos no lo podían creer; me dijeron que nunca en su vida habían recibido tal reconocimiento. También puse en ese azulejo estas palabras latinas: "Laus Deo". Eso quiere decir "Alabado sea Dios".


EL ÚLTIMO DE CATÓN


A aquel hombre le gustaba mucho el golf, pero era un pésimo jugador. No sólo le ganaban todos en el club, sino que siempre hacía el ridículo por su mal juego. Cierto día fue a practicar. Hizo un golpe, malo como todos los suyos, y la pelota fue a dar a un bosquecillo. Cuando la buscaba oyó ruidos extraños. Se acercó y vio a una bruja que decía palabras cabalísticas frente a un gran caldero en el que hervía una poción extraña. "-¿Qué es eso?" -pregunta el golfista a la hechicera-. "-Es un brebaje que estoy haciendo especialmente para ti -le responde la bruja-. Si le das un trago te convertirás en el mejor golfista del país". "-¿El mejor golfista del país? -exclama con emoción el tipo-. ¡Dámelo inmediatamente!". "-Un momento -responde la hechicera-. Debo decirte que a cambio de ser el mejor golfista tu vida sexual será muy pobre". "-No me importa -dice el individuo-. Lo que yo quiero es jugar bien al golf. ¡Venga el brebaje!". Pasa algún tiempo, y la bruja encuentra al tipo. "-¿Cómo te ha ido?" -le pregunta-. "-¡De fábula!" -responde entusiasmado el hombre-. Al mes de nuestro trato gané el campeonato del club; a los tres meses fui campeón del estado y al año me llevé el nacional abierto". "-¿Y tu vida sexual?" -le pregunta la bruja-. "-No está mal" -contesta con displicencia el tipo-. "-¿Cómo que no está mal? -dice la maga-. ¿Cuántas veces tuviste sexo en el año?". "-Cuatro veces" contesta el sujeto-. "-¡Cuatro veces en un año! -exclama la bruja-. ¿Y dices que no está mal? "-Sí -replica el individuo-. No está mal para alguien como yo, que soy cura de una parroquia muy pequeña".


MANGANITAS

Por AFA


"... Artistas actuarán gratuitamente en las prisiones".


    Su gesto tiene un motivo

    -todo tiene sus razones-:

    tendrán ahí, en las prisiones,

    un auditorio cautivo.