Cuando la contaminación, por polvos extranjeros y toxinas locales, borra el Cerro de la Silla; cuando la industria -tan central en el Estado que hasta en el escudo sale- ve sólo por sus intereses y no los de sus obreros y sus familias; cuando el sol de Monterrey termina eclipsado por la mugre en el aire; cuando todo eso pasa, ¿qué orgullo queda?