Por culpa de un borracho

Mina era español, y por eso era generoso. Al terminar la batalla que con tan buena fortuna libró contra Villaseñor supo que sus hombres habían hecho un considerable número de prisioneros. Los hizo reunir y llevar a su presencia. Temblaban los infelices como azogados; su última hora creían ya llegada. Así, no podían creer a sus oídos cuando el joven caudillo les dijo que quedaban libres de ir a donde quisieran, sin más condición que la de jurar que jamás volverían a tomar las armas contra los insurgentes.