-Porfía, Porfirio, porfía
LA OTRA HISTORIA DE MÉXICO / Catón EN EL NORTE
0 MIN 30 SEG
Derrotado por Juárez en la elección presidencial, Porfirio Díaz supo que había perdido una batalla, pero no la guerra. Bien alcanzaba a ver que el triunfo de Juárez ponía el país en manos de un reducido grupo cuyo interés principal era la conservación del poder. Contra esa camarilla se dispuso a luchar.
Tres consejeros políticos tenía en 1867 don Porfirio Díaz. El primero era Justo Benítez, con quien lo unían vínculos de amistad desde la niñez, secretario particular suyo en muchas ocasiones. Era el segundo don Protasio Pérez de Tagle, quien a la sazón cursaba la carrera de abogado, juicioso pensador y hombre de ideas. El tercero era don Manuel María de Zamacona y Murphy. De él conviene hablar más despacio, pues fue este señor quien convenció a Díaz de participar en la elección presidencial.
Zamacona era abogado también, de mucha fama. Poblano, fue a residir en la ciudad de México y ahí se hizo periodista. En 1861 ocupó efímeramente la cartera de Relaciones Exteriores; luego fue nuestro embajador ante Su Majestad Británica. En Londres se lució como excelente diplomático, pues además de hablar correctamente el inglés era un caballero muy atildado, que vestía con suma perfección y desplegaba modales exquisitos en los cuales ni el mismísimo señor Carreño habría encontrado tacha alguna.
Don Manuel María de Zamacona no quería nada a don Benito Juárez. Decía pestes de él; era uno de sus principales opositores. Esa enemistad con don Benito fue quizá lo que llevó a Zamacona a sumarse al bando de los militares que apoyaban a don Porfirio. Fue él quien más impulsó su candidatura.
Cuando don Porfirio perdió la elección presidencial Zamacona analizó las causas de la derrota y llegó a una conclusión: la postulación de Díaz había sido prematura. Debieron esperar por lo menos un período antes de proponer a don Porfirio para la presidencia. Ahora el triunfo de Juárez hizo que los civiles se alzaran con todo el poder. Entre ellos, en efecto, repartió don Benito los puestos importantes: a su cerebro gris, el intrigante Lerdo, le dio dos carteras: Relaciones y Gobernación; a Iglesias le encargó Hacienda; puso a un Martínez de Castro en Justicia y a un Balcárcel en Fomento. A Ignacio Mejía, el general menos cercano a don Porfirio, le dio la secretaría de Guerra.
Los militares casi no alcanzaron nada, o se les dio algo para alejarlos del centro de la acción. Don Porfirio quedó de diputado; Treviño fue enviado de gobernador a Nuevo León; Escobedo a San Luis Potosí; a Sóstenes Rocha, Ramón Corona, Donato Guerra y Miguel Negrete se les dieron simples comisiones militares sin brillo alguno.
Estaba planteada la ruda oposición: "los abogadetes" -así llamaban algunos militares a Juárez y sus amigos- se levantaron con el poder. Los militares, verdaderos ganadores de la contienda bélica, hubieron de aceptar, mohínos, lo que los políticos les quisieron dar. Juárez ni siquiera agradeció la manifiesta lealtad de don Porfirio al entregarle la capital de la República, siendo que con las armas habría podido guardarla para sí, o al menos obtener concesiones políticas antes de poner la ciudad en manos del presidente.
Armando Fuentes Aguirre, "Catón". Nació y vive en Saltillo, Coahuila. Licenciado en Derecho; licenciado en Letras Españolas. Maestro universitario; humorista y humanista. Sus artículos periodísticos se leen en más de un centenar de publicaciones en el País y en el extranjero. Dicta conferencias sobre temas de política, historia y filosofía. Desde 1978 es cronista de la Ciudad de Saltillo. Su mayor orgullo es ser padre de cuatro hijos y abuelo de 13 nietos.
MÁS DE LA OTRA HISTORIA DE MÉXICO / Catón