OPINIÓN

Profeta en su tierra

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES / Catón EN EL NORTE

3 MIN 30 SEG

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Este día voy a hablar de una amante muy celosa: la música. Hermoso arte, pero difícil profesión, la música exige a quienes la profesan una absoluta entrega. Arthur Rubinstein, quien en su tiempo fue en el mundo el más célebre pianista, comentaba: "Si dejo de practicar un día lo noto yo. Si dejo de practicar dos días lo nota la orquesta. Si dejo de practicar tres días lo nota todo el público". Eso muestra que aun los grandes de la música deben ser siempre sus discípulos. Sir Thomas Beecham, fundador y director por años de la Orquesta Filarmónica de Londres, reprendió a una chelista en los siguientes o parecidos términos: "Señorita: tiene usted entre las piernas un instrumento maravilloso, y lo único que hace con él es rascarlo". En Saltillo, mi ciudad, la música ha florecido siempre. Toda niña de buena sociedad, o mediana por lo menos, tomaba clases de piano, y había tantas estudiantinas y rondallas que si se hubiera puesto a un tocador de mandolina de pie sobre los hombros de uno de guitarra, y así sucesivamente, los saltillenses habríamos llegado a la Luna antes que los americanos. Cada jueves y domingo había serenatas en la Plaza de Armas. Los músicos, bajo la batuta de directores con nombres sonorosos: don Zeferino Domínguez, don Maclovio Pinto Jiménez, don Pompeyo Sandoval, interpretaban valses, marchas y pasodobles. Alguna vez tocaron el danzón "Nereidas", y hubo quejas de señoras que reprobaron acremente esa música vulgar. Ahora la Banda de Música del Estado es un espléndido conjunto al cual para ser orquesta sinfónica sólo le falta que le den cuerdas. La dirige el maestro José Luis Ulloa Pedroza, no sólo músico excelente, sino también persona de elevada calidad humana. Es el autor del vibrante Himno de Coahuila, que junto con el himno patrio se canta en todas las ceremonias oficiales. El Alcalde de Saltillo, ingeniero José María Fraustro Siller, quien además fue Rector de la Universidad, ha dado gran impulso a la cultura, y ha fortalecido así la fama de culta de mi ciudad, que llegó a ser conocida como la Atenas de México, modestia aparte. Ayer, en una bella y emotiva ceremonia celebrada en el Teatro de Cámara de Radio Concierto, el ingeniero Fraustro entregó al maestro Ulloa la presea "Profeta en su Tierra", que el Instituto Municipal de Cultura otorga a quienes con su vida y su obra han enriquecido a la comunidad. A mí me habría gustado ser músico -también me habría gustado ser torero, actor de teatro, tenor de ópera, misionero en África, hombre mosca y periodista-, pero no tenía el talento y la disciplina que se requieren para servir a Euterpe, la musa de la música, hermosa doncella coronada de flores, inventora de la flauta según el copioso "Diccionario del Mundo Clásico" del Padre Errandonea. La música es parte de nosotros desde que venimos a este mundo hasta que salimos de él. "Las Mañanitas" primero, "Las Golondrinas" al final, y en medio un concierto de mil y mil canciones. ¡Ay del desdichado -o desdichada- en cuya vida no haya una canción! A la Patria le dijo Ramón López Velarde: "Cuando nacemos nos regalas notas, / después un paraíso de compotas, / y luego te regalas toda entera, / Suave Patria, alacena y pajarera". Aquí agradezco al ingeniero Fraustro -que, dicho sea de paso, dio a los saltillenses un magnífico paseo peatonal que permite ver en todo su esplendor el precioso corazón del Centro Histórico de la urbe colonial, y que es ahora otro de los orgullos y una más de las galas de nuestra ciudad-, agradezco al ingeniero Fraustro, digo, haber honrado al maestro José Luis Ulloa, quien con su generosa labor ha dado honra a Saltillo y a Coahuila. Enhorabuena... FIN.