Resulta demasiado tentador ante un Presidente "mareado", como lo calificó Porfirio Muñoz Ledo, alguien que lo conoce(ía) íntimamente, caer en la "ceguera de taller" y permitir que este señor, que en ocasiones aparenta estar enajenado de sus facultades racionales -de hecho, hay quienes afirman que el infarto(¿s?) que sufriera pudiera(n) haber presentado secuelas-, acapare totalmente nuestra atención dados sus abundantes y constantes gazapos.