COLABORADOR INVITADO / José Antonio Polo Oteyza EN EL NORTE
El Estado no se cae. Lo tiran al ritmo frenético de órdenes draconianas. No hay proyecto, pues no hay alguien ahí que redacte una cuartilla que no sea un engrudo de absurdos y cursilerías. Lo que sí hay es un objetivo primario, inamovible: subordinar voluntades para acumular poder, y conservarlo hasta que la vida alcance. Mucho dice de un político el que se debilite con ciudadanía y se fortalezca con clientelas, pero el caso es que, para mantenerlas, deben repartirse carretadas de cheques, ahora con valor extra en una economía que el propio gobierno colapsa. En complemento, con el cuento del combate a la corrupción, se eliminan estructuras y programas que pudieran interponerse entre quien regala el dinero y quienes lo reciben. Además, como parte del objetivo autoritario, se empuja a las Fuerzas Armadas arriba y al centro de la gran bronca nacional, la seguridad pública, otorgándoles facultades de policía en la Constitución, más presupuesto, mando de policías locales, negocios y, por supuesto, la Guardia, creada a costa de la Policía Federal aunque, ya entrados en autofagias, quizá también a costa del propio Ejército, al que el presidente, ya nos lo dijo, también quiere desaparecer.
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