A menos que suceda un verdadero milagro y por arte de magia nos libremos ipso facto de este parásito que nos aqueja -ya sea del propio coronavirus o del Gobierno que no sabe cómo lidiar con él; o de los dos si es posible- lo que se nos avecina es un 14 de febrero sin restaurantes por primera vez en la historia del amor regiomontano, aclarando que nunca ha sido pichicato ni codo como sugiere nuestra fama.