OPINIÓN

Una rubia falsa

Guadalupe Loaeza EN EL NORTE

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La verdad es que conforme transcurrían las semanas, mi cabeza se iba cubriendo de más en más de canas. Cada vez que me miraba en el espejo, le preguntaba a la imagen ¿quién diablos era esa circunspecta anciana que me observaba con tanta intensidad? Decidí evitar todos los espejos de mi casa. Por extraño que parezca, cuando estaba a punto de dormirme, empecé a sentir cada vez que me brotaba un pelo blanco, era como un piquetito muy leve. Había noches que advertía hasta veinte piquetes.