Con el virus, por supuesto, porque juro que jamás aprenderé a vivir con mi marido en su versión "home office". "A domicilio" es también un concepto que ya pasé a odiar, a la par de las múltiples tareas que conlleva dejar mi cocina limpia con la casa llena 24/7 y un desfile constante de usuarios sosteniendo una relación desordenada y enfermiza con Rappi.